Pinturas Murales en Almonaster la Real
Antonio Manuel Cuaresma
Maestre
Almonaster
la Real cuenta con un rico Patrimonio histórico, artístico y cultural, en el
que destaca de una manera especial las pinturas murales realizadas en la ermita
de Santa Eulalia. No solo por ser las primeras pinturas medievales en aparecer en
nuestra Comarca, puestas en valor y restauradas el año 1971, sino por su
cantidad, que nos hace, al mirar a su ábside, trasportarnos a cómo pudieron ver
la decoración de este templo todas las personas que se acercasen al mismo hace
ya bastante siglos atrás.
Por
ello es por lo que se vuelve a hablar de las mismas en esta revista, para
seguir dejando constancia de su importancia, esta vez desde un punto de vista
iconográfico y simbólico, y que nos va a poner en relación con otras realizadas
en diferentes templos de la Sierra, e incluso de distintos puntos de las Provincias
de Huelva y Sevilla.
A
la hora de hablar de las pinturas murales de Santa Eulalia, es inevitable no
comenzar citando a uno de sus principales valedores y que más ha publicado
sobre las mismas, como es Alfonso Jiménez Martín. Sin ir más lejos hace dos
años, en esta misma revista, lo hizo por última vez en su artículo “Cuarenta años después”, haciendo
referencia a la primera intervención, ya comentada de noviembre de 1971,
llevada a cabo por la Dirección General de Bellas Artes, y de la que él formó
parte del equipo de expertos que actuaron la ermita. La restauración pictórica
fue llevada a cabo por el Profesor Peláez del Espino, dudándose hoy día de su
rigor histórico y destacando al visionarlas los numerosos repintes efectuados,
pero que no por ello nos alejan de lo que podríamos encontrar iconográficamente
en su origen.
Al
igual que hiciera en su artículo Alfonso Jiménez, yo daré un sentido
iconográfico partiendo del estado actual de las mismas. No obstante han sido
numerosas las referencias que sobre las pinturas podemos encontrar en
diferentes publicaciones, en su mayor parte hechas por profesores universitarios
o restauradores, que siempre han querido dejar constancia de su existencia.
Para
poder acercarnos a ellas desde un mayor conocimiento, tenemos que trasladarnos,
en un ejercicio mental, hasta el periodo histórico-artístico en el que se realizaron.
Hipotéticamente las podemos situar en una iconografía cercana a finales del siglo XV y la primera mitad del
siglo XVI, cuando en todo el Reino de Sevilla está consolidado este tipo de
arte desde los principales centros artísticos, como serían entre otros, los
talleres de la Catedral Hispalense o en el Monasterio de San Isidoro del Campo
en la sevillana localidad de Santiponce, o en los focos artísticos surgidos
también entorno al Monasterio de Santa Clara de Moguer o en diferentes
edificios de Palos de la Frontera. Lugares todos ellos donde hoy día podemos
encontrar restos de pinturas murales medievales. Cabe destacar que la lejanía
con respecto a estos lugares, centros artísticos de primera línea, de nuestros
municipios serranos, como es el caso de Almonaster la Real, condicionan la implantación
de las mismas en la zona, donde destacarían sobre todo la mano de obra de los
aprendices que acompañaban al Maestro, datos estos que nos dificulta su
cronología y autoría exacta. Esto también hace que sean “arcaicas en su concepción y poco refinadas en su ejecución”, como indica el restaurador Jesús Mendoza. Técnicamente
destaca la realización al fresco, aunque en la mayor parte de las ocasiones, y
para conseguir una gama más amplia de colores, se utiliza la técnica mixta o
directamente el temple, sobre una preparación previa del muro.
En
el ábside de la ermita de Santa Eulalia encontramos dos momentos pictóricos
bien diferenciados, uno el que responde a las paredes laterales, de época
medieval, y otro periodo en el que se realizan las pinturas de la bóveda, que
corresponde a modelos más cercanos al siglo XVIII.
Comenzaré
por las primeras en realizarse y que decoran todos los paramentos del
presbiterio, iniciando nuestro recorrido por el muro frontal. Lo primero a destacar
es como las seis figuras se enmarcan en un gran tapiz que recorre todo el muro,
característica esta que nos habla de cómo este estilo que podemos enmarcar
dentro de un gótico-lineal tardío, se mezcla con la pervivencia mudéjar de
carácter local aun persistente en la zona, y que además se puede apreciar en
los motivos decorativos de los paños de cerámica que se simulan y que separan
las figuras, o en los motivos florales de las vestimentas de estas. Su carácter
mudéjar es destacable, especialmente en Almonaster la Real, ya que entre sus
principales monumentos conservados de época medieval destaca su Mezquita de la que
más tarde también hablaré, y que nos da indicios de la importante comunidad
primero hispanomusulmana y posteriormente mudéjar que habría en esta zona.
Pinturas en el testero de la ermita de Santa Eulalia |
Así
pues en los extremos de la decoración del testero los personajes que se pueden
observar son a la izquierda San Jorge y a la derecha el Ángel San Miguel. San
Jorge aparece dirigiendo su lanza hacia el dragón que se encuentra a sus pies y
que se presenta en relieve por el bulto surgido en la pared, bajo éste aparecen
dos personajes bañados en llamas. Este Santo es un mártir de Iglesia Católica
cuyo principal significado es la eterna lucha del bien y el mal, la luz y la
oscuridad, en definitiva el cristianismo y el paganismo, el fiel y el infiel. San
Miguel, nos invita a una similar reflexión. En Santa Eulalia se representa como
Ángel alado, portando en su mano izquierda una espada y en la derecha una soga
que cae y se dirige a una figura, que menor en tamaño, se sitúa, igual que en
la escena anterior, a sus pies, y que parece agarrar dicha soga. En otro
registro, volvemos a encontrar a dos personajes también rodeados de llamas.
Tenemos que recordad que este Ángel, fue el que venció y expulsó a Lucifer del
cielo y su principal función es pesar las almas el día del juicio final, suele
representarse con el demonio encadenado y uno de sus principales significados
es encabezar las milicias eclesiásticas contra el mal, o el infiel. Es significativo
que se representen estos personajes en este lugar, al ser Almonaster la Real
uno de los lugares esenciales de la reconquista y de su posterior
cristianización de aquellas personas que fuesen obligados a bautizarse para
poder continuar en territorio cristiano.
Este
mismo símbolo de fortaleza de fe cristina, se muestra con la representación de
los mártires, así a continuación de San Jorge, encontramos a Santa Julia, a la
que le sigue Santa Eulalia, y a su otro extremo Santa Leocadia. Tanto Santa
Julia, como Santa Leocadia, se suelen representar en relación con Santa Eulalia.
Ambas son mártires de la Iglesia Católica y ambas portan palmas y libro sagrado,
además de presentar sobres sus cabezas el nimbo de santidad.
Pero
el personaje principal de la escena, a pesar de no situarse en el centro, al
ser seis las figuras que componen este mural, es la titular del templo, Santa
Eulalia. Fue la primera imagen en aparecer tras retirarse el retablo que decoraría
el testero y que contenía la talla de esta Santa. “bienaventurada sta olalla” dicta en el friso que enmarca la imagen,
se presenta arrodillada sobre un escabel, y lleva en su mano izquierda el horno,
símbolo de su martirio, mostrando a sus pies hasta doce orantes, algunos de
ellos sentados en bancos, y que en aptitud de alabanza dirigen su mirada hacia
la Santa. Estos personajes parecen ser tomados directamente de miniaturas de la
época, que junto a los grabados, se toman como modelos para la realización de
las pinturas de este momento.
Por
último nos queda por comentar la imagen de Nuestra Señora, que se ubica junto a
San Miguel. Representa a una Madonna con su menino entre los brazos y al igual
que Santa Eulalia, porta sobre su cabeza una corona. A diferencia de otras
Vírgenes con el Niño que podemos encontrar tanto en la Sierra, pintura de Santa
María del Valle en Aroche, como en Huelva, Nuestra Señora de la Cinta, en
Almonaster la Real se representa de pie, y mientras la Madre ofrece una flor al
Niño, modelo éste que aparece repetido en distintos murales de la capital hispalense,
éste gira su cuerpo casi desentendiéndose de la escena mirando hacia San Miguel
que se encuentra a su derecha, detalle éste que nos habla del abandono del
hieratismo de estas representaciones, como sucedía en pinturas de esta iconografía
de épocas anteriores.
En
todas estas pinturas, destaca en su conjunto el enmarque de las mismas, y todos
los motivos de decoración que la componen, como los arcos poligonales en la
parte superior de las figuras, o los ya comentados paños de cerámicas, a los
que además se le añade unas columnas torsas que enmarcan aún más si cabe la
escena, y sobre todo algunos detalles del suelo, que junto a las vestimentas y
sus decoraciones de roleos florales tan característicos de este rasgo mudéjar
en su realización, las ponen en relación
directa con las halladas en San Pedro de la Zarza de Aroche o algunos frescos
del Monasterio de San Isidoro del Campo.
Vayamos
ahora al mural de la derecha. Donde encontramos en primer lugar y de forma
aislada, aunque parece una continuación de ese mismo tapiz antes comentado, por
los flecos que recorre todo este muro izquierdo, a San Sebastián, Santo que
podemos identificar por sus atributos, ya que porta en su mano izquierda un
arco y a la espalda un carcaj, frente a él y a menor tamaño aparecen dos personajes
orantes que se han querido identificar, en un primer momento, como una posible
representación de los Reyes Católicos. La advocación a San Sebastián fue
importante, al considerarse este un Santo protector contra los efectos de la
peste, y contaba con ermitas en numerosos lugares. Sin ir más lejos en
Almonaster la Real había una ermita dedicada a este Santo, de la que hoy solo
quedan algunos muros y las bóvedas de su altar mayor.
Mural de la derecha en la ermita de Santa Eulalia |
Seguido
de él, aparece pintada una pilastra con casetones, junto a la que se encuentra
una ventana abocinada bajo la cual aparece una cartela en la que se puede leer
en caracteres góticos: “Esta Ermita fue
construida al servicio de Dios y de la bienaventurada Santa Olalla y reverencia
del bienaventurado Señor San Sebastián y del Señor Santiago, haec omnia
pictavitur [...]”. Que nos habla de la identificación del Santo citado como
de la escena que le precede en este paramento del lado de la epístola. Una
escena del Apóstol Santiago en pleno combate contra las tropas
hispanomusulmanas, volviendo al discurso iconográfico de estas pinturas, destacándose
la reconquista y la lucha contra el infiel.
En
la escena de combate aparecen numerosos personajes. De izquierda a derecha, un
caballero de la Orden de Santiago montado a caballo alancea a un soldado hispanomusulmán
que se encuentra en el centro junto a dos compañeros más, todos ellos a caballo
siendo acorralados por el anteriormente caballero citado, por un lado, y por
Santiago, en su representación de Santiago Matamoros, por el otro. La
representación de Santiago nos recuerda a su aparición en la Batalla de
Clavijo, en el que las tropas cristianas estaban en plena reconquista de los
territorios de Al-Ándalus, y se muestra montado en su doncel blanco, llevando
en su mano derecha la espada levantada y en la izquierda una banderola con cruz
de la da orden, además sobre su cabeza, que se presenta nimbada, porta el
sombrero característico de este Santo con la concha compostelana en su frente.
A los pies aparecen oponentes vencidos, destacando la decapitación de algunos
de ellos. Toda la escena se ubica en un lugar montañoso que decora el fondo de
la misma. Igual iconografía podemos encontrar en la iglesia de San Jorge en
Palos de la Frontera, en este lugar, aparece solamente el Santo a caballo, en
la misma acción, incluso con el mismo detalle de vencidos decapitados a los
pies del caballo, la cruz en la que finaliza el mástil de la bandera que lleva
en su mano, es similar a la de Almonaster. Sin ir más lejos, en la reciente
restauración de las pinturas de la ermita de San Pedro de la Zarza en Aroche,
aparece esta misma escena haciendo referencia a la reconquista, pero en esta
ocasión las características estilísticas parecen anteriores, aunque el tema
iconográfico tratado es el mismo.
Por
último hablaré del muro de la izquierda del ábside. Donde al igual que en el
mural anterior, como continuación de las figuras del testero, aparece una
primera figura aislada, que puede tratarse de San Vicente, mostrándose
iconográficamente como un joven imberbe, vestido de diacono, pero cierto es que
no porta los atributos habituales de su martirio ni la palma del mismo, ante él
se presentan dos figuras femeninas orantes de menor tamaño. Seguidamente aparece
la misma composición que en la pared anteriormente comentada, observamos
pintada una pilastra con casetones y tras esta otra ventana abocinada, bajo la
cual hay un nuevo letrero, que en esta ocasión nos dice: “esta ermita fue construida al servicio de dios y de la bienaventurada
Sta Olalla y reverencia del bienaventurado Señor San Vicente” rematada en
su parte baja al igual que la anterior con unos motivos florales, de raigambre
mudéjar, que parecen imitar el mismísimo ataurique realizado por los
hispanomusulmanes en yeso. A continuación le sigue una escena cuanto menos de
difícil lectura iconográfica.
Mural de la izquierda de la ermita de Santa Eulalia |
En
esta parte del muro del evangelio del ábside, aparecen diferentes figuras,
formando escenas cortesanas, decir que éste es el muro con mayor repinte y que
algunos autores han nombrado como escenas del la vida de la Santa titular,
pudiéndose leer en el suelo ajedrezado el nombre de “Santa Olalla”. Repartidos por el muro aparecen de izquierda a
derecha, en primer lugar, y en la parte baja de la escena saliéndose del
bordado del tapiz que también recorre esta parte del muro, un personaje con un frasco
en sus manos, a mayor tamaño y montado en un caballo encontramos a otro varón,
seguidamente se representa a un caballero que sujeta por la muñeca a una dama.
Tras ésta, surge una nueva escena de interior, donde aparecen dos doncellas,
una de pie y la otra arrodillada cogiendo del suelo una silla de montar
morisca. Al fondo, y tras una ventana, dos personajes de difícil identificación
montados a caballo por un paisaje montañoso componen la escena.
Según
Alfonso Jiménez y debido a diferentes avatares políticos que afectan a esta
zona, el mural pudo no concluirse en su totalidad.
Todo
el conjunto está técnicamente realizado con un dibujo preparatorio al fresco y
terminación al temple. Son pinturas enmarcadas en el gótico lineal, donde prima
el dibujo sobre el color, siendo éste muy plano y rellenando solamente los
espacios.
Pero
además de estas pinturas en el testero del ábside y que responden a una reforma
realizada en la ermita en el siglo XVI, las que comento a continuación también
forman parte de otra intervención realizada en el edificio en el siglo XVIII. Recordemos
que fue a finales de este siglo cuando Almonaster recupera tras diversos
acontecimientos su condición realenga. Sería por esta época cuando se decora
con pinturas murales la bóveda gótica de nervios diagonales de ladrillo que
cubre el presbiterio, decorándose con pinturas barrocas los cuatro cascos de la
bóveda y las paredes frontales. Destaca sobre todo la decoración de
estilización vegetal, simulando yeso, donde predomina el blanco junto a los
colores ocres y amarillos, teniendo en el centro de la decoración unos óvalos
enmarcando las figuras de San Tadeo, Sor Juana de la Cruz, San Ildefonso y un Calvario,
sobre las cuales hay otro óvalo con el nombre de los santos y Sor Juana, y con
el de Almonaster la Real junto al Calvario. Además en el frontal donde se
encuentra San Judas Tadeo se intuye una inscripción de difícil lectura donde
parece poner: “Eulalia Emeritense Virgen
Augusta”
Damos
por sentado que todos los lectores de estas líneas conocen el lugar del que
hablamos, ermita que fue declarada Monumento en abril de 1976, y está inscrita
en el Catalogo General del Patrimonio Histórico y con ella sus pinturas, y
declarada BIC en 1982. Un lugar telúrico ocupado históricamente desde época
romana, a la que pertenece la factura exterior del ábside que hemos comentado,
hasta hoy día donde se celebra anualmente la Romería en honor a Santa Eulalia y
que sigue dando vida a este lugar. Así pues tales pinturas no se tratan de un
elemento testimonial arqueológico, ya siguen cumpliendo las funciones para las
que fueron creadas llenar de color el interior del edificio y darle al lugar la
importancia que su origen tuvo cuando fueron realizadas.
Pinturas de la cúpula del ábside de la ermita de Santa Eulalia |
Pero
no quería dejar de mencionar en estas líneas una serie de restos pictóricos,
que en menor grado decoran diferentes edificios, pero no por ello menor en
importancia, una serie de pinturas existentes también en la localidad de
Almonaster la Real, en esta ocasión repartidas por el tejido urbano. Como son
en primer lugar las muy deterioradas pero existentes en el ábside de la
cristianización de la Mezquita.
Justo
después de la reconquista la mezquita fue purificada y convertida en ermita
bajo la advocación primero de Santa María, cuando se construye su primitivo
ábside, y posteriormente a finales del siglo XV y principios del siglo XVI la
advocación cambia bajo el título de Nuestra Señora de la Concepción. Y será en
la primera mitad del siglo XVIII cuando se construye la cúpula semiesférica de
ladrillo que cubre el presbiterio dividida en ocho cascos mediante baquetones
de yeso, redecorándose el ábside y realizándose la ornamentación de la cúpula,
con una serie de pinturas de las que hoy podemos ver sus restos muy
deteriorados, a punto de desaparecer, pero que dejan intuir una decoración
vegetal que decoran todo el espacio, a modo de yesería, en la que se encuentran
unos tondos que albergan a unos personajes que por sus atributos puede que se
traten de San Agustín, San Ambrosio, San Jerónimo y San Gregorio Magno, todos
ellos padres de la Iglesia Latina. Desconocemos si en los restantes cascos
pudieran existir otra serie de personajes, aunque por la decoración vegetal que
se intuye y que parece cubrir todo el espacio pudieran ser los anteriores
comentados los únicos personajes representados. En la restauración de la
Mezquita también intervino Alfonso Jiménez, en el año 1975.
Además
es de destacar que a finales del siglo XIX, José Álvarez Martín, diseña un
chapitel cónico para la torre con dibujos al fresco imitando un damero de
rombos, hoy desaparecido debido a que un rayo, caído en 1971, destruyó todo el
cuerpo alto de la torre.
Para
ir concluyendo me gustaría citar los restos pictóricos aparecidos en la
reciente restauración de la iglesia Parroquial de San Martín, que según fuente
oral podrían tratarse de blasones y de motivos que se extendían por los pilares
hoy ocultos bajo la pintura.
Junto
a todo este arte en las paredes de los diferentes edificios religiosos, es
digno de citar las decoraciones pictóricas, en esta ocasión de carácter civil,
que se encuentran en algunas casas de Almonaster la Real, que han conservado
sus restos de pinturas, y a las que se unirían seguramente muchas otras que
existieron en su momento, hoy ya desaparecidas.
Todo
ello nos habla de una importante industria en este apartado artístico de la
historia de Almonaster la Real, centrado principalmente en dos épocas concretas
como son las del siglo XVI y las realizaciones del siglo XVIII, periodos de
mayor pujanza económica de la región y que se ve refrendado en la decoración de
algunos de sus edificios más significativos.
Para
concluir me gustaría dejar constancia de una bibliografía, con orden
cronológico, que nos habla de la literatura derramada donde se citan estos
motivos tratados. Y además volver a poner de manifiesto la importancia de su conservación que hacen que el
patrimonio de nuestros pueblos siga continuando tan rico como siempre lo ha
sido.
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Webgrafía
www.almonasterlareal.es
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